"La página de los lagartijos es como el camarote de los Hermanos Marx"
    (Los Moteros Jubilaos, 2005)

    "La Vespa abans de montarla n´hia que coneixerla"
      (Socarrat dixit. Xátiva 19/08/2006)


    24 enero 2007


     

    Aventuras y desventuras de un aprendiz de mecánico

    Después de tres meses de arañar horas en familia, para ofrecérselas al motor cual sacrificio a los dioses, conseguí al fin montar cada pieza en su lugar. No fue tarea fácil bregar contra esta especie de puzzle tridimensional con las pocas herramientas y conocimientos de que disponía al principio. La falta de experiencia la sustituí por osadía. La paciencia que me faltaba en algunos momentos por la constancia... ¡Cuántas veces tuve que volver tras mis pasos para deshacer los entuertos provocados al precipitarme! ¡Qué desperdicio de tiempo por no esperar el curso natural de los acontecimientos!

    Quédate, amigo lector, hasta el final y conocerás cuan efímera es la distancia que separa la tristeza de la felicidad; qué poco cuesta pasar de la satisfacción al desencanto. Una lección de la vida en las breves líneas que dura este relato.

    Tras acoplar el motor a un armatoste y comprobar que realmente funcionaba, me arremangué y cambié un motor por otro. Fue una tarea fácil comparada con la tediosa empresa de pasar fundas y cables a través de las entrañas de este extraño artefacto, al que otros llaman Vespa. Eso sin contar con el cambio de los cojinetes de la dirección, cuyas bolas, como poseídas por algún espíritu travieso, salían de su ubicación y se echaban a rodar por el suelo hasta encontrar los sitios más recónditos donde esconderse, para desespero de mis rodillas endurecidas y maltrecha espalda.

    Comiendo poco y mal, y durmiendo peor, se me pasaron los días sin que viera los frutos de tanto esfuerzo. Al fin conseguí lo que se me antojaba algo parecido a una moto: con sus ruedas, su motor y sus mandos en su sitio. Tan sólo faltaba montar unas menudencias y comprobar que todo funcionaba correctamente. A tal fin dediqué el domingo, día del Señor, con la inestimable ayuda de mi querido hermano.

    Con el ojo tuerto calculé el tiempo necesario para arrancarla y salir a lomos en pos de la gloria. Como bien has adivinado, astuto lector, ni por asomo acerté en mis cábalas. Primero, porque las menudencias no fueron tales. Y segundo, porque una vez en marcha no quería aguantar el tenue halo de vida que tenía y cuando lo aguantaba, nos amenazaba con unos accesos de ira impropios de una dama. Vamos que, o no aguantaba el ralentí, o se nos subía de vueltas cosa mala.

    Aunque hacía rato que me incomodaba la posibilidad de llegar tarde a la comida, los ánimos que me infundía mi hermano me obnubilaron de tal modo que persistí en la tarea y al fin, derrotado, di por perdida la batalla a las tres de la tarde. Al llegar a casa, media hora más tarde, me encontré con el cocido frío y los ánimos calientes. Entre un espeso silencio dimos cuenta de los manjares que había sobre la mesa, evitando en lo posible el cruce de miradas con mi mujer, mi cuñada o mi madre. Del mismo modo transcurrió la tarde, apacible en apariencia. Si me salvé del escarmiento fue gracias a las prudentes palabras de mi hermano, que me aconsejó que en vez de manosear tanto la moto, hiciese lo propio con mis hijos. Así que me arrimé a los pobres infantes cual secuestrador a sus rehenes y parapetado tras sus ínfimos cuerpos, escudos humanos en miniatura, les arranqué unas risas entre juegos y conseguí la absolución, en parte, de mis pecados.

    El lunes me levanté con ánimo de acabar definitivamente con esta situación, que se demoraba en extremo. Repasé mentalmente los síntomas de la mañana anterior y busqué en la red posibles causas, soluciones y puntos flacos por donde atacar a mi enemigo. Tan sólo se me ocurrieron dos posibilidades: o algún chiclé obstruido, o una entrada de aire por el carburador... porque es imposible que sea a través de los retenes, ya que los puse todos nuevos. Así estaba, ensimismado en mis elucubraciones, cuando un escalofrío me recorrió la espalda. El sudor helado; las manos temblorosas. Por fin se mostraba, agazapado entre las sombras de mi memoria, el temible animal.

    Llegar a casa y vestirme para el enfrentamiento fue todo uno. Mas no pensaba que tuviese otra batalla pendiente y más peligrosa... Al bajar las escaleras di de bruces con mi mujer:

    (Con retintín)
    -No pensarás irte sin haber hecho primero las camas, ¿verdad?
    -Eeeh... Ooh... Por supuesto que no. He bajado a por el móvil.

    Raudo y veloz deshice mis pasos para adecentar el lecho como, tal vez, no lo haga nunca. Me acicalé para una despedida cariñosa y me encaminé de nuevo hacia la salida:

    -Que me voy a...
    -¿¡¡ADÓNDE VAS!!?
    (Saliva intentando pasar por el estrecho hueco que dejaban mis testículos)
    -A... eeeh... A fregar los platos... Voy a fregar los platos. Te lo decía por si quieres acabarte el bizcocho que hice anteayer y así aprovecho y limpio también el molde.
    -¡AH, VALE! ¡Y NO TE OLVIDES DE DARLE UN REPASO A LA ENCIMERA!
    -Claro, claro... (suspiro)

    (Ruido de fregar cacharros)

    -Me voy a trabajar. Para la cena haces..., lo tienes apuntado en el frigorífico.
    -Vale, vale... Vete tranquila...

    Aún se escuchaba el ruido de su coche cuando doblé la esquina, buscando venganza por la afrenta sufrida. Al llegar al garaje me armé de valor y tomando un juego entero de llaves y destornilladores, repartí mandobles a diestro y siniestro, convencido de la victoria final. Ante mí se mostraba el plato magnético, el cancerbero de mi infierno particular. Con el extractor le di una última estocada y al retirarlo... Oh! No sabía si reír o llorar... Ahí estaba: a través del agujero atisbé el casquillo de agujas, impávido, desprotegido sin el escudo que forma el retén. Cuidadosamente, introduje el pequeño trozo de plástico, monté cada pieza en su lugar y me encomendé al Señor.

    Mentiría si dijese que arrancó a la primera: fueron tres, tal vez cuatro las patadas que di en balde. Caí en la cuenta y tiré del starter y, ahora si, a la primera, se puso en marcha con un ritmo acompasado. Ya de vuelta en casa, agotado pero satisfecho, me entregué en cuerpo a las labores domésticas mientras el alma se solazaba en promesas de viajes y aventuras...

    Lo que se ha dicho despues:
    No quepo en mi del gozo que me ha producido la lectura (sosegada, todo hay que decirlo, he tardado ocho días con sus ocho noches en terminarlo) de la crónica de la resurrección de esa infernal máquina que el vulgo se atreve en denominar moto.
    Tambien me resulta estimulante y agradable (a partes iguales) el hecho de que no ha cometido ni una falta ortográfica ni de estilo. Da gusto leer en esta página, y no en otras que por ahí se publican de esas de PK N T VNES Y NS HMOS NAS PAJAS? NEN
    Mi más sincera enhorabuena, de mi parte y del Hachazo, que lo tengo lavándome el coche, ya que no se que carajo estaba haciendo con un bote de Titanlux que me lo ha puesto hecho unos zorros.
    Ahora me alegra el hecho de saber que con su 160 revitalizada con un motor de quinto de litro, va a poder codearse, rodillearse, frotarse y morderse con el resto de sus coleguillas reptiles, sin tener que sufrir sus inhumanos comentarios sobre su velocidad y su habilidad a la hora de buscar rutas rarísimas que solo usted conoce, y que hacían que nadie osara dejarle tirado, por el hecho de que se adentrarian sin guia en territorio comanche.
    Pues nada más que indicarle que en la villa de Yecla tiene usted su casa para lo que guste (incluidas las labores de manutención y limpieza que tan diligentemente veo que lleva a cabo) y emplazarle a que el estreno oficial no sea a mucho tardar.
    Atentamente.
     
    El nobel de literatura se quedaría corto para premiar este magnífico texto y a su creador. De todas las personas que conozco pocas son capaces de plasmar como D. Ángel los acontecimientos vividos, las situaciones enfrentadas y/o las experiencias acumuladas. Me descubro ante Vd. y le ofrezco mi mas sincera enhorabuena por el texto que nos ha regalado. Solo me cabe decir AMEN.
    Saludos
     
    Pos en de resulta ke de un puñao de cachos el angel a sacao un amoto ... i ensima bá.

    Pa kagalse i no echar gota (u sería de mear, no se vien).

    I ensima se setí urguyosos de tener una maná de bidés con ruedas ... ai ke ser masoka.

    I ke sepaí ke mayormente sus e ponío esto pa kontrarestal la suprema eselensia de la prosa ma arriva espresá.

    I firmo yo mesmo, pa ke no digaí ná.

    Er Vespulero Mardito.
     
    Impresionante texto cargado de ironía, humor (de varios colores)y con unas tiernas notas, aunque fueran para ganar una absolución. Aunque el tema me interesa bastante poco, puesto que lo he vivido en mi propia casa, desde aquí mi enhorabuena por este texto.
     
    Si fueras tan buen mecánico como buen verbo tienes, serías oficial de primera, con los grandes del motor, jajaja. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto con una prosa satírica tan buena.

    En un principio pensé que eras Hachazo, bueno pues esta felicitación para los dos, una abrazo de un fan de vuestro blog,

    Rël
     
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